viernes, 2 de julio de 2010

Julio Cortázar. Biografía


Julio Cortázar nació en Bruselas el 26 de Agosto de 1914, de padres argentinos. Llegó a la Argentina a los cuatro años. Paso la infancia en Bánfield, se graduó como maestro de escuela e inició estudios en la Universidad de Buenos Aires, los que debió abandonar por razones económicas. Trabajó en varios pueblos del interior del país. Enseño en la Universidad de Cuyo y renunció a su cargo por desavenencias con el peronismo. En 1951 se alejó de nuestro país y desde entonces trabajó como traductor independiente de la Unesco, en París, viajando constantemente dentro y fuera de Europa. En 1938 publicó, con el seudónimo Julio Denis, el librito de sonetos ("muy mallarmeanos", dijo después el mismo) Presencia. En 1949 aparece su obra dramática Los reyes. Apenas dos anos después, en 1951, publica Bestiario: ya surge el Cortázar deslumbrante por su fantasía y su revelación de mundos nuevos que irán enriqueciéndose en su obra futura: los inolvidables tomos de relatos, los libros que desbordan toda categoría genérica (poemas-cuentos-ensayos a la vez), las grandes novelas: Los premios (1960), Rayuela (1963), 62/Modelo para armar (1968), Libro de Manuel (1973). El refinamiento literario de Julio Cortázar, sus lecturas casi inabarcables, su incesante fervor por la causa social, hacen de él una figura de deslumbrante riqueza, constituída por pasiones a veces encontradas, pero siempre asumidas con él mismo, genuino ardor. Julio Cortazar murió en 1984 pero su paso por el mundo seguirá suscitando el fervor de quienes conocieron su vida y su obra.

Continuidad de los parques

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

¿Qué relación crees que hay entre el hombre que lee la novela y los amantes de la cabaña? ¿Puedes descubrir el cuento dentro del cuento? ¿Qué nos insinúa el autor al final del cuento? En varios cuentos de Cortázar podemos distinguir algunos factores comunes. Los principales son: la coexistencia de dos realidades distantes ya sea por causas cronológicas, geográficas, etc.; y la convergencia mágica de esas dos realidades en un punto determinado. En el caso de “Continuidad...” ¿en qué momento crees que esas dos realidades se fusionan?, ¿que actúa como frontera entre las dos realidades y le da significado al título del cuento? Esto representa una ruptura de lo racional, un atentado a lo que consideramos a través de la lógica como la Realidad. Una vez más, Cortázar juega con las leyes que rigen nuestro mundo para decirnos que nada es absoluto ni definitivo.

Si quieres escuchar el cuento leído por el propio Julio Cortázar, puedes hacerlo aquí

lunes, 21 de junio de 2010

Gabriel García Márquez. Biografía




Gabriel García Márquez nació el 6 de marzo de 1928, en Aracataca, un pueblo de la costa atlántica colombiana.
“Gabo”, como se le conoce cariñosamente, fue el mayor de una familia numerosa de doce hermanos, que podríamos considerar de clase media: Gabriel Eligio García, su padre, fue uno de los numerosos inmigrantes que, con la “fiebre del banano”, llegaron a Aracataca en el primer decenio del siglo XX.. Su madre, Luisa Santiaga Márquez, pertenecía, en cambio a una de las familias eminentes del lugar: era hija del coronel Nicolás Márquez y de Tranquilina Iguarán, que no vieron con buenos ojos los amores de su hija con uno de los “aventureros” de la “hojarasca” (como se llamaba despectivamente a los inmigrantes), que desempeñaba el humilde oficio de telegrafista. Por eso, cuando tras vencer múltiples dificultades, Gabriel Eligio y Luisa Santiaga consiguieron casarse, se alejaron de la familia y se instalaron en Riohacha. Sin embargo, cuando tenía que nacer su primer nieto, sus padres convencieron a Luisa Santiaga de que diera a luz en Aracataca. Poco después Gabriel Eligio y Luisa Santiaga regresaron a Riohacha, pero el niño se quedó con sus abuelos hasta que, cuando tenía ocho años, murió el abuelo, al que García Márquez consideró siempre “la figura más importante de mi vida”.
De esos primeros ocho años de “infancia prodigiosa” surge lo esencial del universo narrativo y mítico de García Márquez, hasta el punto de que, con alguna exageración, ha llegado a decir: “Después todo me resultó bastante plano: crecer, estudiar, viajar... nada de eso me llamó la atención. Desde entonces no me ha pasado nada interesante”. Lo que sí es cierto es que los recuerdos de su familia y de su infancia, el abuelo como prototipo del patriarca familiar, la abuela como modelo de las “mamas grandes” civilizadoras, la vivacidad del lenguaje campesino, la natural convivencia con lo mágico... aparecerán, transfigurados por la ficción, en muchas de sus obras ( La hojarasca, Cien años de soledad, El amor en los tiempos del cólera ...) y el mundo caribeño, desmesurado y fantasmal de Aracataca se transformará en Macondo, que en realidad era el nombre de una de las muchas fincas bananeras del lugar y que según unos alude “a un árbol que no sirve pa un carajo” y según otros “a una milagrosa planta capaz de cicatrizar heridas”.
Como el propio novelista explica: “Quise dejar constancia poética del mundo de mi infancia, que transcurrió en un casa grande, muy triste, con una hermana que comía tierra y una abuela que adivinaba el porvenir, y numerosos parientes de nombres iguales que nunca hicieron mucha distinción entre la felicidad y la demencia”.
El paralelismo entre algunas circunstancias biográficas de García Márquez con algunos elementos de Cien años de soledad resulta evidente. Veamos algunos:
Su abuelo, como José Arcadio Buendía, fue uno de los fundadores de Aracataca.
En la novela se nos cuenta que José Arcadio, abandona su pueblo al verse continuamente hostigado por el fantasma de Prudencio Aguilar, al que se vio obligado a matar por un problema de honor. Con veintún compañeros, José Arcadio Buendía cruza la cordillera y funda Macondo. La fundación de Aracata, tal como Nicolás Marquez se la contaba a su nieto es muy parecida. También su abuelo había matado de muy joven a un hombre y “cuando no podía soportar la amenaza que existía contra él en ese pueblo, se fue lejos con su familia y fundó un pueblo”. A Gabo le solía decir siempre: “Tú no sabes como pesa un muerto”.
· Nicolás Márquez era un sobreviente de las dos últimas guerras civiles y, como aquél tenía una larga progenie de “hijos de la guerra”, todos de edades parecidas, que se alojaban en su casa cuando estaban de paso por el pueblo y que doña Tranquilina recibía como propios. Como es evidente, Nicolás Márquez es asimismo el modelo del coronel Aureliano Buendía que “promovió treinta y dos guerras y las perdió todas. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisietes mujeres distintas, que fueron exterminados en una sola noche. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un pelotón de fusilamiento”.
· Úrsula Iguarán se inspira en la abuela Tranquilina – que no sólo presta su apellido a Úrsula, si no que, al igual que el personaje, murió ciega y loca. Tranquilina Iguarán es, efectivamente, el modelo de muchos de los personajes femeninos de García Márquez que Vargas Llosa define así: “un caso ejemplar de la mater familias, matriarca medieval, emperadora del hogar, hacendosa y enérgica, prolífica, de temible sentido común, insobornable ante la adversidad, que organiza férreamente la vida familiar a la que sirve de aglutinante y vértice”.
· La inmensa y asombrosa casa de los abuelos la reencotraremos en las solidas y tristes mansiones de su mundo narrativo: la casa de la Mama Grande, de los Asís, de los Nasar y, indudablamente, de los Buendía. García Márquez la recuerda así: “En cada rincón había muertos y memorias, y después de las seis de la tarde la casa era intransitable. Era un mundo prodigioso de terror (...) En esa casa había un cuarto desocupado donde había muerto la tía Petra. Había un cuarto donde había muerto el tío Lázaro. Entonces, de noche no se podía caminar en esa casa porque había más muertos que vivos”.
En 1936 tras vivir un breve tiempo con sus padres en Sucre –donde Garbriel Eligio regentaba una farmacia- lo envían a estudiar bachillerato a diferentes internados: primero en Barranquilla y, durante más tiempo, en Zipaquirá, lugar del que guarda recuerdos sombríos y dolorosos y donde, paralizado por la nostalgia de Aracataca, nunca llegó a integrarse. Seguramente, esos años de soledad, reclusión y lectura fueron decisivos para su futura vocación de escritor que, según Mario Vargas Llosa, es como una “solitaria” que atenaza el espíritu.
En 1947, García Márquez se instaló en Bogotá y empezó a estudiar derecho. Sus impresiones de Bogotá no son mejores que las de Zipaquirá: con sus “cachacos” que siempre “andaban de negro, parados ahí con paraguas y sombreros de coco, y bigotes”, la capital le parece “gris y yerta”, “asfixiante”, sinónimo de “aprehensión y tristeza”. Con estros rasgos describirá a Bogotá cuando raramente aparezca en su mundo ficción.
Aunque estudió los cinco cursos de Derecho –algunos en Bogotá y otros en Cartagena, donde se había trasladado su familia y donde se hace amigo del poeta Álvaro Mutis- no llegó a graduarse, porque, según confiesa, “me aburría a morir esa carrera”. Lo más importante de ese periodo es el encuentro con alguna de las personas más decisivas de sus vida –especialmente, Camilo Torres, el que luego será cura guerrillero cruelmente asesinado y Plinio Apuleyo Mendoza, desde entonces uno de sus amigos más íntimos. Otra circunstancia importante es que, en Bogotá, empieza a escribir, para el periódico El Espectador, sus primeras obras: diez cuentos, de los que abjurará después, que constituyen su “prehistoria” como escritor. También es remarcable que García Márquez participase, como otros muchos estudiantes, en las manifestaciones surgidas a raíz del “bogotazo”: el asesinato en 1948 de Jorge Eliecer Gaitán, político progresista aspirante a la presidencia de la república. El asesinato de Gaitán desencadena una escalofriante y larga oleada de violencia (casi trescientos mil muertos entre 1948 y 1962) que tendrá su reflejo en la literatura de García Márquez y de otros escritores, como Fernando Garrido y Álvaro Mutis, hasta el punto de que la narrativa colombiana de estas décadas ha sido designada como “literatura de la violencia”.
Pronto, García Márquez abandonó los estudios de Derecho: en un viaje a Barranquilla conoce a un grupo de periodistas que le fascinan y decide instalarse allí y orientar totalmente su vida al periodismo, por lo que empieza a trabajar de columnista en “El Heraldo”, y a la literatura: se instala en un cuartucho ínfimo de un bloque de cuatro pisos llamado “el Rascacielos” y allí empieza a escribir su primera novela, La hojarasca.
En Barranquilla, García Márquez conoció a Mercedes Barcha, quien más tarde se convertió en su compañera de toda la vida.
En 1954, convencido por Álvaro Mutis, García Márquez regresó a Bogotá. Allí, de nuevo para El Espectador, trabajó como reportero y crítico de cine. Ese periodo de apasionada dedicación al periodismo, dejará posteriormente huella en su literatura.
Desde ese momento, García Márquez no abandonará nunca su actividad periodística y posteriormente será colaborador habitual en periódicos de Colombia, Venezuela, México, España y Estados Unidos.
En 1955, García Márquez fue por primera vez a Europa como corresponsal de El Espectador. El que tenía que ser un breve viaje para alejarlo de las iras gubernamentales desencadenadas por la publicación de El relato de un náufrago, se convierte en una estancia de más de cuatro años: Ginebra, Roma –donde, además de cubrir la información de la enfermedad de Pío XII, se matriculó en el “Centro Sperimentale de Cinematografía”- y finalmente París. Al poco de llegar a Francia, recibió la noticia de que El Espectador había sido clausurado y un cheque para el pasaje de regreso. Pero García Márquez, que había decidido seriamente ser escritor, decidió quedarse en París. Afrontando grandes penalidades económicas (“Estuve viviendo durante cuatro años de milagros cotidianos”) empezó a escribir una de sus mejores novelas: El coronel no tiene quien le escriba (1958).
En 1958, tras una estancia de dos meses en Londres, decidió regresar a América. Primero se instaló en Venezuela, donde su amigo Plinio Apuleyo Mendoza le había conseguido trabajo de redactor en la revista Momentos. Al poco de llegar a Caracas, es testigo del bombardeo aéreo y del asalto al Palacio presidencial, hechos que concluirán días después con el derrocamiento del dictador Pérez Jiménez.
En un viaje relámpago a Barranquilla, se casó con su novia Mercedes Barcha, con la que pronto tiene dos hijos, Rodrigo (que nació en Bogotá en 1959) y Gonzalo (que nacería en México tres años más tarde).
Aunque su actividad periodística en Venezuela fue muy intensa, García Márquez no abandonó el quehacer literario: escribiendo sólo los domingos, redactó casi todos los cuentos de Los funerales de la Mama Grande (1961).
En 1960, tras el triunfo de la Revolución Cubana, vivió seis meses en la Habana, trabajando para Prensa Latina, agencia de noticias que dirige el periodista argentino, amigo del Ché Guevara, Jorge Ricardo Massetti. Prensa Latina fue creada por el gobierno cubano para contrarrestar la propaganda contra Cuba. Meses antes, García Marquez había creado la sede de Prensa Latina en Bogotá. En Prensa Latina participan, además de su inseparable amigo Plinio Apuleyo Mendoza, otros destacados intelectuales como el argentino Roberto Walsh y el novelista uruguayo Juan Carlos Onetti. Uno de los grandes éxitos de Prensa Latina es interceptar y descifrar un informe donde se daban detalles del desembarco armado americano en Playa Girón. Llegaron a averiguar el lugar exacto donde la CIA preparaba la operación: una hacienda de Retahulheu (Guatemala).
En 1961 se instaló en Nueva York como corresponsal de Prensa Latina. Se trataba de un trabajo apasionante –por fin García Márquez dispone de un sueldo fijo y pudo ejercer el periodismo con plena independencia, lejos de los monopolios capitalistas de opinión- pero fue también un trabajo agotador y de mucho riesgo: fue el momento más álgido de la campaña anticastrista y las continuas amenazas de la CIA y de los exiliados cubanos le hacían temer por la seguridad de su familia.
García Márquez decidió establecerse en México, y probar suerte con la tercera de sus aficiones: el cine. Pero antes de abandonar Estados Unidos, recorrió el sur de su admirado Faulkner.
Cuando descubrió que era muy difícil abrirse camino en el mundo del cine, se encarga, aunque sin escribir una sola línea, de la organización de dos revistas de gran tiraje: una revista de señoras, La Familia y otra de crímenes sensacionalistas, Sucesos. Más tarde, trabaja en el mundo de la Publicidad.
A partir de 1963, García Márquez consigue por fin trabajar como guionista. Su primer guión, El gallo de oro, lo escribe en colaboración con Carlos Fuentes a partir de un cuento de Juan Rulfo. (Dos años después, García Márquez y Fuentes volverán a trabajar juntos en la adaptación cinematográfica de Pedro Páramo, lo que demuestra la admiración que ambos sienten por la escueta e intensísima obra del silencioso escritor mexicano).
Otros trabajos de guionista de García Márquez son: Tiempo de morir de Arturo Ripstein (aparentemente una esquemática película de “charros”, pero que contiene ya algunas de las obsesiones de García Márquez: la venganza, la muerte, el destino trágico, la soledad...), H.O. también con Ripstein; Patsy, mi amor y una adaptación de su cuento “En este pueblo no hay ladrones”. Aunque García Márquez dice no estar satisfecho de ninguno de sus trabajos cinematográficos, considera que su decepcionante experiencia en el mundo del celuloide le fue de gran utilidad, pues paradójicamente le ayudó a tomar conciencia de las limitaciones del cine (que hasta este momento consideraba “el medio de expresión perfecto”) y a entender por fin “que las posibilidades de la novela son ilimitadas”.
Sin esa convicción, tal vez García Márquez no hubiera superado nunca ese periodo de sequía literaria (de 1961 a 1965 no escribió ni una sola línea de creación), consecuencia de un íntimo “sentimiento de fracaso” respecto a la obra que había escrito hasta ese momento. Así lo describe el crítico Emir Rodríguez Monegal en 1964: “Entonces García Márquez era un hombre torturado, un habitante del infierno más exquisito: el de la esterilidad literaria”.
Gabo escapa de ese “infierno” con la escritura de la que, seguramente, es la más importante de sus obras: Cien años de soledad (1967), lo cual sólo fue posible cuando, casi como en en un “milagro”, sabe de repente con qué técnica y con qué procedimientos ha de escribir la historia de ese Macondo y de ese universo mítico de su infancia que le obsesionan desde sus inicios como escritor.
La “revelación” tuvo lugar un día de enero de 1965 mientras conducía su Opel por la carretera de México a Acapulco. Inesperadamente para el coche y le dice a Mercedes: “¡Encontré el tono! ¡Voy a narrar la historia con la misma cara de palo con que mi abuela me contaba sus historias fantásticas, partiendo de aquella tarde en que el niño es llevado por su padre a conocer el hielo!.
García Márquez decide encerrarse a escribir su novela de Macondo y los Buendía. Logra reunir cinco mil dolares (los ahorros de la familia, las ayudas de sus amigos, especialmente de Álvaro Mutis) y le dice a Mercedes que mientras tarde en escribir su novela se ocupe de todo y no lo moleste bajo ningún concepto. Cuando después de 18 meses de duro trabajo concluye Cien años de soledad, Mercedes le espera con una deuda doméstica que sobrepasa los 10.000 dolares. Para enviar el manuscrito de Cien años de soledad a Buenos Aires, concretamente a la Editorial Sudamericana de Francisco Porrua, deben empeñar los tres últimos objetos de un cierto valor que les quedan: una batidora, un secador de pelo y la estufa.
Cien años de soledad aparece en junio de 1967. El éxito es fulminante: en pocos días se agota la primera edición y en tres años se venden más de medio millón de ejemplares. Según Vargas Llosa, “el éxito resonante deja a García Márquez mareado y algo incrédulo”, aunque feliz porque por fin puede dedicarse exclusivamente a escribir.
De 1968 a 1974 vive en Barcelona: quiere alejarse –aunque inútilmente- de la persecución cada vez más agobiante de la fama y palpar el ritmo de la vida cotidiana en una dictadura (aquí se viven los últimos años del franquismo), pues se ha decidido por fin a convertir en novela esa imagen que le persigue desde hace diecisiete años: un déspota viejísimo se queda sólo en un palacio lleno de vacas.
En 1975 aparece por fin El otoño del patriarca, que, escrita según la técnica del monólogo múltiple (voces diferentes que cuentan, desde perspectivas diferentes, la misma historia) es para García Márquez “mi libro más experimental y el que más me interesa como aventura poética. También el que me ha hecho más feliz” .
Entre Cien años de soledad (1967) y El otoño del patriarca (1975) escribe algunos cuentos y un guión de cine, a partir de un episodio desgajado de Cien años de soledad, que finalmente se convierte en una novela breve: La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y de su abuela desalmada (1972).
Desde 1974, García Márquez alterna su residencia entre México, Cartagena de Indias, La Habana y París. Desde esos años, tan difíciles para América Latina, García Márquez es consciente de su resposabilidad como intelectual de prestigio: estrecha lazos de amistad con mandatarios de tendencia progresista (Fidel Castro, Torrijos, Carlos Andrés Pérez , los sandinistas, últimamente, Hugo Chávez...), se convierte en embajador extraoficial del continente, lucha activamente en defensa de los derechos humanos...
En 1981 escribe Crónica de una muerte anunciada, novelando unos hechos reales acaecidos en Sucre durante su juventud y asumiendo por primera vez el papel de narrador. Al escribir Crónica de una muerte anunciada, García Márquez contraria a su madre que le había pedido que no escribiera una historia en la que intervenían tantos parientes, al menos mientras la madre del hombre que inspiró a Santiago Nasar siguiera viva.
Ese mismo año, en pleno lanzamiento de Crónica de una muerte anunciada, el gobierno conservador lo acusa de financiar al grupo guerrillero M-19. García Márquez se ve obligado a pedir asilo político en la embajada mexicana y abandona Bogotá en medio de un gran escándalo. Meses después, ya en 1982, le conceden el Premio Nobel de literatura.
En la ceremonia del Nobel, viste con una guayabera caribeña blanca y lleva en la mano un rosa amarilla, símbolo de Colombia y su amuleto personal (Mercedes coloca cada día una en su mesa de trabajo). Elige como tema musical el Intermezzo interrotto de Bela Bartok. Su discurso de agradecimiento es un canto de amor a América Latina. Entre otras cosas dijo:
“Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíbles nuestra vida. Éste es el nudo de nuestra soledad”.
Concluyó formulando un deseo: el de “una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.
Con parte de los 157 mil dolares que gana con el Nobel, decide “fundar un diario en Colombia con periodistas menores de treinta años, para que adquieran el oficio como se debe. Un diario destinado a exaltar los valores fundamentales del hombre, sin banderías”. En homenaje a un cuento de Borges decide llamar al periódico El otro, aludiendo con ello a su “otra” vocación y personalidad.
Involucra en el proyecto a dos de sus grandes amigos: a Rodolfo Terragno, fundador de El diario de Caracas y el novelista argentino Tomás Eloy Martínez. El proyecto, sin embargo, morirá antes de nacer, como dice García Márquez, “asfixiado por la literatura”. Una noche inquieta (a García Márquez le preocupa encontrar el tono adecuado para El otro: ¿un realismo mágico sembrado de adjetivos restallantes? ¿la precisión de cirujano de sus crónicas políticas?) sueña con “una novela en la que un viejo de 80 vive una historia de frenesí sexual con una vieja de 70”. El demonio de la literatura le ha entrado otra vez en el cuerpo y sabe que ya no puede escapar de él.
Cuando todo está preparado para la aparición de El otro, les dice a sus amigos: “Instálense en Bogotá y empiecen a trabajar. Yo tengo que encerrarme a escribir la novela sobre los viejos”. Sus amigos, obviamente, se niegan (¿cómo El otro de García Márquez se va a escribir sin García Márquez?) y el García Márquez novelista se instala en la mágica Cartagena de Indias, donde, en “un periodo de felicidad casi completa” escribe la historia de Florentino Ariza y Fermina Daza, en la que recrea el difícil noviazgo de sus padres: El amor en los tiempos de cólera (1985).
En 1986 cumple una vieja deuda con la tercera de sus pasiones: promueve la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y funda -con la ayuda del director argentino Fernando Birri, al que conocía desde sus años en Italia- la Escuela de cine de San Antonio de los Baños, en Cuba. Allí cada año, García Márquez dirige un taller de guión, donde diez jóvenes inventan conjuntamente una historia. A los mejores alumnos se los lleva a México para trabajar en otro taller de guiones, éste profesional: realizan guiones para la televisión y, con parte de los beneficios, consiguen fondos para financiar la Fundación y la Escuela.
En Cómo se cuenta un cuento (1995) relata una de las experiencias del taller de guión: inventar una historia que pueda ser contada en formato de media hora. El guión “Me alquilo para soñar” -que primero fue uno de los doce Cuentos peregrinos (1992)- es uno de los frutos de ese taller de guión, que fruto del trabajo conjunto de García Máqrquez, el cineasta brasileño Doc Comparato y diez jóvenes enamorados del cine y de la literatura.
En 1989 escribe El general en su laberinto, una nueva novela histórica donde cuenta el camino hacia la muerte de Simón Bolívar a los 47 años, por el río Magdalena de su infancia. El origen de esta novela es una frase de su manual escolar de historia, que guardaba en su memoria: “Al cabo de un largo y penoso viaje por el río Magdalena, murió en Santa Marta abandonado por sus amigos”.
Aunque ya no lo necesita económicamente, García Márquez se ha impuesto la disciplina, “para mantener el brazo caliente”, de escribir, entre novela y novela, un artículo semanal que publica en diferentes periódicos. Una selección de estos artículos que, hablan de sus impresiones y recuerdos de las diferentes ciudades europeas en las que vivió, las recoge en Notas de prensa (1991), obra que se convierte así en una especie de memorias noveladas de sus años en Europa. Antes de editarlo en forma de libro vuelve a las ciudades emblemáticas de su juventud (Ginebra, Roma, París, Barcelona...) y escribe: “Ninguna tenía ya nada que ver con mis recuerdos. Todas estaban enrarecidas por una inversión asombrosa: los recuerdos reales parecían fantasmas de la memoria, mientras que los recuerdos falsos eran tan convincentes que habían suplantado a la realidad (...) En esos ocho meses febriles no necesité preguntarme dónde terminaba la vida y dónde empezaba la imaginación, porque me ayudaba la sospecha de que quizás no fuera cierto nada de lo vivido veinte años antes en Europa”. Tras ese viaje hacia su propia memoria, vuelve a reescribir todos los artículos.
En 1992 escribe Doce cuentos peregrinos. Según el propio autor se trata de : “una colección de cuentos cortos, basados en hechos periodísticos, pero redimidos de su condición mortal por las astucias de la poesía”. Muchos de ellos, antes de ser finalmente cuentos, fueron historias escritas con otros fines: cinco fueron notas periodísticas; otros cinco, guiones de cine y uno, un serial de televisión.
En 1994 publica su última novela, Del amor y otros demonios , una novela ambientada en la Cartagena de Indias del siglo XVIII, que cuenta los amores imposibles entre un cura de treinta años y una marquesita criolla de doce, a la que debía exorcizar.
Aunque desde hace años lucha incansablemente contra un cáncer, García Márquez continúa lleno de proyectos y sigue demostrando una admirable energía. Consciente de que “nunca ni un solo minuto he dejado de ser periodista”, convence a su amigoel novelista argentino Tomás Eloy Martínez para que funden juntos un taller de periodismo, la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano. Se trata de una escuela sin muros, donde –a través de seminarios, conferencias y cursos-se convoca a estudiantes de periodismo de todo el mundo para profundizar sobre temas que las escuelas de periodismo y las redacciones de periódicos suelen omitir. La Fundación es su personal homenaje al que sigue considerando “el mejor oficio del mundo”.
En 1996 publica Noticia de un secuestro, un reportaje novelado de un secuestro colectivo, de diez personas (ocho de ellas periodistas), a manos de la banda de narcotraficantes de Pablo Escobar. García Márquez, que trabajó duramente en este libro tres años, definió “esta tarea otoñal como la más difícil y triste de mi vida” y como “una experiencia humana desgarradora e inolvidable”. A finales de 1995, cuando acaba de concluir Noticia de un secuestro y el país vive pendiente de otro secuestro –el de Juan Carlos Gaviria, hermano del ex presidente- lee un insólito comunicado en la prensa: los secuestradores ofrecen la liberación de Juan Carlos Gaviria si García Márquez asume la presidencia del gobierno en lugar del actual mandatario, Ernesto Samper. La respuesta de García Márquez es contundente: “Nadie puede esperar que asuma la irresponsabilidad de ser el peor presidente de la República (...) Liberen a Gaviria, quiténse las máscaras y salgan a promover sus ideas de renovación al amparo del orden constitucional.”
Actualmente se dice que trabaja en sus memorias (que posiblemente se llamarán Vivir para contarlo) y en tres novelas. Una de ellas cuenta la historia de un hombre que morirá al escribir la última frase. García Márquez tiene la extraña sensación de que puede ocurrirle lo mismo que a su personaje. Tal vez por ello, la novela avanza lentamente...

La prodigiosa tarde de Baltazar (de Gabriel García Márquez)

A. Antes de leer el cuento:

¿Conoces estas palabras? Si no las conoces búscalas en el diccionario (www.rae.es, www.wordreference.com)

Prodigio, jaula, alero, alambre, juntura, tumulto, carpintería, hamaca, chicharras, turpiales, alcaravanes, canarios, alboroto, penumbra, sudor, arneses, candor, trasto, rumores, vano, rabia, ronquido, rebanada, agonía, ovación, raya, tanda, garantía.

La prodigiosa tarde de Baltazar
La jaula estaba terminada. Baltazar la colgó en el alero, por la fuerza de costumbre, y cuando acabó de almorzar ya se decía por todos lados que era la jaula más bella del mundo. Tanta gente vino a verla, que se formó un tumulto frente a la casa, y Baltazar tuvo que descolgarla y cerrar la carpintería.
---Tienes que afeitarte--- le dijo Ursula, su mujer. ---Pareces un capuchino.
---Es malo afeitarse después del almuerzo--- dijo Baltazar.
Tenía una barba de dos semanas, un cabello corto, duro y parado como las crines de un mulo, y una expresión general de muchacho asustado. Pero era una expresión falsa. En febrero había cumplido 30 años, vivía con Ursula desde hacía cuatro, sin casarse y sin tener hijos, y la vida le había dado muchos motivos para estar alerta, pero ninguno para estar asustado. Ni siquiera sabía que para algunas personas, la jaula que acababa de hacer era la más bella del mundo. Para él, acostumbrado a hacer jaulas desde niño, aquél había sido apenas un trabajo más arduo que los otros.
---Entonces repósate un rato ---dijo la mujer. ---Con esa barba no puedes presentarte en ninguna parte.
Mientras reposaba tuvo que abandonar la hamaca varias veces para mostrar la jaula a los vecinos. Ursula no le había prestado atención hasta entonces. Estaba disgustada porque su marido había descuidado el trabajo de la carpintería para dedicarse por entero a la jaula, y durante dos semanas había dormido mal, dando tumbos y hablando disparates, y no había vuelto a pensar en afeitarse. Pero el disgusto se disipó ante la jaula terminada. Cuando Baltazar despertó de la siesta, ella le había planchado los pantalones y una camisa, los había puesto en un asiento junto a la hamaca, y había llevado la jaula a la mesa del comedor. La contemplaba en silencio.
---¿Cuánto vas a cobrar?--- preguntó.
---No sé--- contestó Baltazar. ---Voy a pedir treinta pesos para ver si me dan veinte.
---Pide cincuenta--- dijo Ursula. ---Te has trasnochado mucho en estos quince días. Además, es bien grande. Creo que es la jaula más grande que he visto en mi vida.
Baltazar empezó a afeitarse.
---¿Crees que me darán los cincuenta pesos?
---Eso no es nada para don Chepe Montiel, y la jaula los vale---dijo Ursula. ---Debías pedir sesenta.
La casa yacía en una penumbra sofocante. Era la primera semana de abril y el calor parecía menos soportable por el pito de las chicharras. Cuando acabó de vestirse, Baltazar abrió la puerta del patio para refrescar la casa y un grupo de niños entró en el comedor. La noticia se había extendido. El doctor Octavio Giraldo, un médico viejo, contento de la vida pero cansado de la profesión, pensaba en la jaula de Baltazar mientras almorzaba con su esposa inválida. En la terraza interior donde ponían la mesa en los días de calor, había muchas macetas con flores y dos jaulas con canarios. A su esposa le gustaban los pájaros, y le gustaban tanto que odiaba a los gatos porque eran capaces de comérselos. Pensando en ella, el doctor Giraldo fue esa tarde a visitar a un enfermo y al regreso pasó por la casa de Baltazar a conocer la jaula. Había mucha gente en el comedor. Puesta en exhibición sobre la mesa, la enorme cúpula de alambre con tres pisos interiores, con pasadizos y compartimientos especiales para comer y dormir, y trapecios en el espacio reservado al recreo de los pájaros, parecía el modelo reducido de una gigantesca fábrica de hielo. El médico la examinó cuidadosamente, sin tocarla, pensando que en efecto aquella jaula era superior a su propio prestigio, y mucho más bella de lo que había soñado jamás para su mujer.
---Esto es una aventura de la imaginación--- dijo.
Buscó a Baltazar en el grupo y agregó, fijos en él sus ojos maternales: ---Hubieras sido un extraordinario arquitecto.
Baltazar se ruborizó.
---Gracias--- dijo.
---Es verdad--- dijo el médico.
Tenía una gordura lisa y tierna como la de una mujer que fue hermosa en su juventud, y unas manos delicadas. Su voz parecía la de un cura hablando en latín.
---Ni siquiera será necesario ponerle pájaros--- dijo, haciendo girar la jaula frente a los ojos del público como si la estuviera vendiendo. ---Bastará con colgarla entre los árboles para que cante sola---.
Volvió a ponerla en la mesa, pensó un momento mirando la jaula y dijo: ---Bueno, pues me la llevo.
---Está vendida--- dijo Ursula.
---Es del hijo de don Chepe Montiel--- dijo Baltazar. ---La mandó a hacer expresamente.
El médico asumió una actitud respetable. ---¿Te dio el modelo?
---No--- dijo Baltazar. ---Dijo que quería una jaula grande como ésa, para una pareja de turpiales.
El médico miró la jaula. ---Pero ésta no es para turpiales.
---Claro que sí, doctor--- dijo Baltazar, acercándose a la mesa.
Los niños lo rodearon.
---Las medidas están bien calculadas--- dijo, señalando con el índice los diferentes compartimientos.
Luego golpeó la cúpula con los nudillos, y la jaula se llenó de acordes profundos. ---Es el alambre más resistente que se puede encontrar y cada juntura está soldada por dentro y por fuera--- dijo.
---Sirve hasta para un loro--- intervino uno de los niños.
---Así es--- dijo Baltazar.
El médico movió la cabeza. ---Bueno pero no te dio el modelo--- dijo. ---No te hizo ningún encargo preciso aparte de que fuera una jaula grande para turpiales. ¿No es así?---
---Así es--- dijo Baltazar.
---Entonces no hay problema--- dijo el médico. ---Una cosa es una jaula grande para turpiales y otra cosa es esta jaula. No hay pruebas de que sea ésta la que te mandaron hacer.
---Es esta misma--- dijo Baltazar, ofuscado. ---Por eso la hice.
El médico hizo un gesto de impaciencia.
---Podrías hacer otra--- dijo Ursula, mirando a su marido. Y después, hacía el médico: ---Usted no tiene apuro.
---Se la prometí a mi mujer esta tarde--- dijo el médico.
---Lo siento mucho, doctor--- dijo Baltazar, ---pero no se puede vender una cosa que ya está vendida.
El médico se encogió de hombros. Secándose el sudor del cuello con un pañuelo, contempló la jaula en silencio, sin mover la mirada de un mismo punto indefinido, como se mira un barco que se va. ---¿Cuánto te dieron por ella?
Baltazar buscó a Ursula sin responder.
---Sesenta pesos--- dijo ella.
El médico siguió mirando la jaula. ---Es muy bonita--- suspiró. ---Sumamente bonita---. Luego, moviéndose hacia la puerta, empezó a abanicarse con energía, sonriente, y el recuerdo de aquel episodio desapareció para siempre de su memoria. ---Montiel es muy rico--- dijo.
En verdad, José Montiel no era tan rico como parecía, pero había sido capaz de todo para llegar a serlo. A pocas cuadras de allí, en una casa atiborrada de arneses donde nunca se había sentido un olor que no se pudiera vender, permanecía indiferente a la novedad de la jaula. Su esposa, torturada por la obsesión de la muerte, cerró puertas y ventanas después del almuerzo y yació dos horas con los ojos abiertos en la penumbra del cuarto, mientras José Montiel hacía la siesta. Así la sorprendió un alboroto de muchas voces. Entonces abrió la puerta de la sala y vio un tumulto frente a la casa, y a Baltazar con la jaula en medio del tumulto, vestido de blanco y acabado de afeitar, con esa expresión de decoroso candor con que los pobres llegan a la casa de los ricos.
---Qué cosa tan maravillosa--- exclamó la esposa de José Montiel, con una expresión radiante, conduciendo a Baltazar hacia el interior. ---No había visto nada igual en mi vida--- dijo y agregó indignada con la multitud que se agolpaba en la puerta: ---pero llévesela para adentro que nos van a convertir la sala en una gallera.
Baltazar no era un extraño en la casa de José Montiel. En distintas ocasiones, por su eficacia y buen cumplimiento, había sido llamado para hacer trabajos de carpintería menor. Pero nunca se sintió bien entre los ricos. Solía pensar en ellos, en sus mujeres feas y conflictivas, en sus tremendas operaciones quirúrgicas, y experimentaba siempre un sentimiento de piedad. Cuando entraba en sus casas no podía moverse sin arrastrar los pies.
---¿Está Pepe?--- preguntó. Había puesto la jaula en la mesa del comedor.
---Está en la escuela--- dijo la mujer de José Montiel. ---Pero ya no debe demorar. Y agregó: ---Montiel se está bañando.
En realidad José Montiel no había tenido tiempo de bañarse. Se estaba dando una urgente fricción de alcohol alcanforado para salir a ver lo que pasaba. Era un hombre tan prevenido que dormía sin ventilador eléctrico para vigilar durante el sueño los rumores de la casa.
---Adelaida--- gritó. ---¿Qué es lo que pasa?
---Ven a ver qué cosa maravillosa--- gritó su mujer.
José Montiel, corpulento y peludo, la toalla colgada en la nuca, se asomó por la ventana del dormitorio.
---¿Qué es eso?
---La jaula de Pepe--- dijo Baltazar.
La mujer lo miró perpleja. ---¿De quién?
---De Pepe--- confirmó Baltazar. Y después dirigiéndose a José Montiel: ---Pepe me la mandó a hacer. Nada ocurrió en aquel instante, pero Baltazar se sintió como si le hubieran abierto la puerta del baño. José Montiel salió en calzoncillos del dormitorio.
---Pepe--- gritó.
---No ha llegado--- murmuró su esposa, inmóvil. Pepe apareció en el vano de la puerta. Tenía unos doce años y las mismas pestañas rizadas y el quieto patetismo de su madre.
---Ven acá--- le dijo José Montiel. ---¿Tú mandaste a hacer esto?
El niño bajó la cabeza. Agarrándolo por el cabello, José Montiel lo obligó a mirarlo a los ojos.
---Contesta.
El niño mordió los labios sin responder.
---Montiel--- susurró la esposa.
José Montiel soltó al niño y se volvió hacia Baltazar con una expresión exaltada.
---Lo siento mucho, Baltazar--- dijo. ---Pero has debido consultarlo conmigo antes de proceder. Sólo a ti se te ocurre contratar con un menor.---
A medida que hablaba, su rostro fue recobrando la serenidad. Levantó la jaula sin mirarla y se la dio a Baltazar.
---Llévatela en seguida y trata de vendérsela a quien puedas--- dijo. ---Sobre todo, te ruego que no me discutas.--- Le dio una palmadita en la espalda, y explicó: ---El médico me ha prohibido coger rabia.
El niño había permanecido inmóvil, sin parpadear, hasta que Baltazar lo miró perplejo con la jaula en la mano. Entonces emitió un sonido gutural, como el ronquido de un perro, y se lanzó al suelo dando gritos. José Montiel lo miraba impasible, mientras la madre trataba de apaciguarlo.
---No lo levantes--- dijo. ---Déjalo que se rompa la cabeza contra el suelo y después le echas sal y limón para que rabie con gusto.
El niño chillaba sin lágrimas, mientras su madre lo sostenía por las muñecas.
---Déjalo--- insistió José Montiel.
Baltazar observó al niño como hubiera observado la agonía de un animal contagioso. Eran casi las cuatro. A esa hora, en su casa, Ursula cantaba una canción muy antigua mientras cortaba rebanadas de cebolla.
---Pepe--- dijo Baltazar.
Se acercó al niño, sonriendo, y le tendió la jaula. El niño se incorporó de un salto, abrazó la jaula, que era casi tan grande como él, y se quedó mirando a Baltazar a través del tejido metálico, sin saber que decir. No había derramado una lágrima.
---Baltazar--- dijo Montiel, suavemente. ---Ya te dije que te la lleves.
---Devuélvela--- ordenó la mujer al niño.
---Quédate con ella--- dijo Baltazar.
Y luego, a José Montiel:
---Al fin y al cabo, para eso la hice.
José Montiel lo persiguió hasta la sala.
---No seas tonto, Baltazar--- decía, cerrándole el paso. ---Llévate tu trasto para la casa y no hagas más tonterías. No pienso pagarte ni un centavo.
---No importa--- dijo Baltazar. ---La hice expresamente para regalársela a Pepe. No pensaba cobrar nada. Cuando Baltazar se abrió paso a través de los curiosos que bloqueaban la puerta, José Montiel daba gritos en el centro de la sala. Estaba muy pálido y sus ojos empezaban a enrojecer.
---Estúpido--- gritaba. ---Llévate tu cacharro.
Lo último que faltaba es que un cualquiera venga a dar órdenes en mi casa. ¡Carajo! En el salón de billar recibieron a Baltazar con una ovación. Hasta ese momento, pensaba que había hecho una jaula mejor que las otras, que había tenido que regalársela al hijo de José Montiel para que no siguiera llorando, y que ninguna de esas cosas tenía nada de particular. Pero luego se dio cuenta de que todo eso tenía una cierta importancia para muchas personas, y se sintió un poco excitado.
---De manera que te dieron cincuenta pesos por la jaula.
---Sesenta--- dijo Baltazar.
Hay que hacer una raya en el cielo--- dijo algien.
---Eres el único que ha logrado sacarle ese montón de plata a don Chepe Montiel. Esto hay que celebrarlo. Le ofrecieron una cerveza y Baltazar correspondió con una tanda para todos. Como era la primera vez que bebía, al anochecer estaba completamente borracho y hablaba de un fabuloso proyecto de mil jaulas de a sesenta pesos, y después de un millón de jaulas hasta completar sesenta millones de pesos.
---Hay que hacer muchas cosas para vendérselas a los ricos antes que se mueran--- decía, ciego de borrachera.
---Todos están enfermos y se van a morir. Cómo estarán de jodidos que ya ni siquiera pueden coger bien. Durante dos horas el tocadiscos automático estuvo por su cuenta tocando sin parar. Todos brindaron por la salud de Baltazar, por su suerte y su fortuna, y por la muerte de los ricos, pero a la hora de la comida lo dejaron solo en el salón. Ursula lo había esperado hasta las ocho con un plato de carne frita cubierto de rebanadas de cebolla. Alguien le dijo que su marido estaba en el salón de billar, loco de felicidad, brindando cerveza a todo el mundo, pero no lo creyó porque Baltazar no se había emborrachado jamás. Cuando se acostó, casi a la medianoche, Baltazar estaba en un salón iluminado donde había mesitas de cuatro puestos con sillas alrededor y una pista de baile al aire libre por donde se paseaban los alcaravanes. Tenía la cara embadurnada de colorete y como no podía dar un paso más pensaba que quería acostarse con dos mujeres en la misma cama. Había gastado tanto que tuvo que dejar el reloj como garantía, con el compromiso de pagar al día siguiente. Un momento después, despatarrado por la calle, se dio cuenta de que le estaban quitando los zapatos, pero no quiso abandonar el sueño más feliz de su vida. Las mujeres que pasaron para la misa de cinco no se atrevieron a mirarlo, creyendo que estaba muerto.
Después de leer:
Verdadero o falso

1. Baltazar tenía un contrato firmado para hacer una jaula.
2. El médico le quiere comprar la jaula
3. Baltazar no puede vendérsela porque la tiene ya vendida
4. Don Chepe Montiel le paga 60 pesos por la jaula
5. Baltazar invita a sus amigos con el dinero que le paga Montiel
6. Baltazar se hace rico construyendo jaulas
7. Ursula, su esposa, lo espera despierta toda la noche
8. Baltazar regresa a su casa de madrugada
9. La gente lo felicita por haber hecho una jaula magnífica.
Responde:
a. En este cuento, tiempo y espacio son dos elementos que marcan la intensidad del relato. Las acciones se suceden en un tiempo continuamente registrado por la voz narrativa. ¿Cuánto tiempo transcurre entre el comienzo del cuento y su final? ¿Por qué es importante tener esto en cuenta? ¿Que nos dice su autor?
b. ¿Cuál crees que es la intención de García Márquez con este cuento? ¿Qué nos quiere transmitir?

viernes, 11 de junio de 2010

Octava y última parte (póg 188 a 218)

Don Rafael (Quitar los escombros). ¿Qué pensaba Don Rafael de la noticia de la pronta puesta en libertad de su hijo? ¿Quién es Mercedes? ¿Cómo la describe Don Rafael? En la página 190 se explica, en parte, el título del libro. ¿Por qué crees que es tan importante la "primavera" para Santiago? ¿A qué terremoto se refiere don Rafael?

Intramuros (Fasten seat belt) ¿Cómo entiendes la narración de Santiago en este capítulo? ¿Qué recuerdos tiene Santiago en este capítulo? ¿Qué planes tiene con Beatriz? ¿Qué piensa de Graciela?¿Qué comenta de su madre? Santiago afirma que nadie va a robarle esta primavera, la primavera de su libertad... ¿Por qué crees que dice "la primavera es como un espejo pero el mío tiene una esquina rota"? ¿Piensas que sospecha que algo no va bien? En las póginas 198 y 199 Santiago se diferencia de un proleta (forma corta de decir proletario), ¿qué diferencias hace? ¿Estás de acuerdo con él? En la pág 199 Santiago afirma que Uruguay también tiene una primavera rota, ¿por qué? ¿Qué piensa Santiago de Rolando?

Beatriz (Los aeropuertos) ¿Qué asociaciones hace Beatriz con los aeropuertos?

El otro (Por ahora improvisar) ¿Estás de acuerdo con Rolando y Graciela que lo mejor es improvisar? Rolando hace muchas hipótesis sobre cómo va a reaccionar Santiago ante la nueva realidad: su relación con Graciela ¿Piensas que todo va a ser como dice Rolando? Explica las diferencias que puede haber.

Extramuros (Arrivals Arrivees Llegadas) ¿Sobre qué reflexiona Santiago en este capítulo? ¿Cómo termina?

viernes, 4 de junio de 2010

Séptima parte (páginas 163 a 187)

Don Rafael (Un país llamado Lydia). En página 166 Benedetti se hace varias preguntas sobre los jóvenes y el destino de los exiliados. ¿Puedes transformarlas en hipótesis pasadas? Por ejemplo, Si no hubieran tenido que salir de su país por la fuerza todavía habrían estado luchando por sus ideales en Uruguay. En este capítulo el narrador se pregunta a sí mismo si es extranjero, ¿a qué conclusiones llega? ¿Por qué crees que el capítulo se llama "Un país llamado Lydia"?

Beatriz (La amnistía). ¿Qué piensa Beatriz de la amnistía? ¿Crees que comprende el verdadero significado de la palabra? Beatriz parece ser una niña muy noble e inocente, ¿puedes dar ejemplos de esto en este capítulo? ¿Qué sentimiento despierta Beatriz en ti como lector?

El otro (Ponte el cuerpo). En este capítulo la persona que habla no es Rolando sino un amigo. Fíjate en el relato de este amigo, que está libre como Graciela, y lo que cuenta de su mujer, Claudia, que está presa como Santiago. ¿Qué diferencias y similitudes encuentras entre esta historia y la historia de Santiago y Graciela?

Heridos y contusos (Puta vida). ¿Crees que habría surgido una relación entre Graciela y Rolando si Santiago no hubiera estado preso? ¿Por qué? ¿Qué sentimientos tienen Rolando y Graciela por la relación que mantienen? ¿Piensas que Beatriz sabe algo, lo sospecha?

Exilios (Los orgullosos de Alamar). ¿Quiénes son los orgullosos de Alamar? ¿Por qué estaba tan orgullosos?

martes, 1 de junio de 2010

Sexta parte (pág. 144 a 162)

Intramuros (Una mera posibilidad). En este capítulo Santiago nos habla de cosas que haría, conjeturas, si saliera en libertad, ¿puedes enumerar ciertas cosas que él haría, o que tú crees que haría (si eliges la segunda opción argumenta por qué crees que él haría eso)? Santiago termina el capítulo diciendo: "No creo aquello que decía el taciturno exitencialista acerca de que el infierno son los otros, pero en cambio puedo admitir que muchas veces no son precisamente el paraíso", ¿a qué crees que se refiere?

Heridos y contusos (El dormido). ¿Cuál es la novedad en el interior de Graciela?

El Otro (Sombras y medias luces). ¿Qué acuerdos crees que hacían Graciela y Rolando sobre el futuro? ¿Por qué piensas que se encontraban siempre de siesta, además de las razones que da Graciela: no quería que la niña supiera de su relación antes que Santiago? ¿Qué piensas de la reacción de Rolando al final del capítulo: esperar a que Santiago esté en condiciones de saber la verdad y no hablar más del tema hasta entonces? ¿Te parece una actitud egoísta, sabia, etc. de su parte?

Exilios (adios y bienvenida). ¿Qué mensaje te transmite David Cámpora en su discurso (Pág. 160-162)?