lunes, 21 de junio de 2010

La prodigiosa tarde de Baltazar (de Gabriel García Márquez)

A. Antes de leer el cuento:

¿Conoces estas palabras? Si no las conoces búscalas en el diccionario (www.rae.es, www.wordreference.com)

Prodigio, jaula, alero, alambre, juntura, tumulto, carpintería, hamaca, chicharras, turpiales, alcaravanes, canarios, alboroto, penumbra, sudor, arneses, candor, trasto, rumores, vano, rabia, ronquido, rebanada, agonía, ovación, raya, tanda, garantía.

La prodigiosa tarde de Baltazar
La jaula estaba terminada. Baltazar la colgó en el alero, por la fuerza de costumbre, y cuando acabó de almorzar ya se decía por todos lados que era la jaula más bella del mundo. Tanta gente vino a verla, que se formó un tumulto frente a la casa, y Baltazar tuvo que descolgarla y cerrar la carpintería.
---Tienes que afeitarte--- le dijo Ursula, su mujer. ---Pareces un capuchino.
---Es malo afeitarse después del almuerzo--- dijo Baltazar.
Tenía una barba de dos semanas, un cabello corto, duro y parado como las crines de un mulo, y una expresión general de muchacho asustado. Pero era una expresión falsa. En febrero había cumplido 30 años, vivía con Ursula desde hacía cuatro, sin casarse y sin tener hijos, y la vida le había dado muchos motivos para estar alerta, pero ninguno para estar asustado. Ni siquiera sabía que para algunas personas, la jaula que acababa de hacer era la más bella del mundo. Para él, acostumbrado a hacer jaulas desde niño, aquél había sido apenas un trabajo más arduo que los otros.
---Entonces repósate un rato ---dijo la mujer. ---Con esa barba no puedes presentarte en ninguna parte.
Mientras reposaba tuvo que abandonar la hamaca varias veces para mostrar la jaula a los vecinos. Ursula no le había prestado atención hasta entonces. Estaba disgustada porque su marido había descuidado el trabajo de la carpintería para dedicarse por entero a la jaula, y durante dos semanas había dormido mal, dando tumbos y hablando disparates, y no había vuelto a pensar en afeitarse. Pero el disgusto se disipó ante la jaula terminada. Cuando Baltazar despertó de la siesta, ella le había planchado los pantalones y una camisa, los había puesto en un asiento junto a la hamaca, y había llevado la jaula a la mesa del comedor. La contemplaba en silencio.
---¿Cuánto vas a cobrar?--- preguntó.
---No sé--- contestó Baltazar. ---Voy a pedir treinta pesos para ver si me dan veinte.
---Pide cincuenta--- dijo Ursula. ---Te has trasnochado mucho en estos quince días. Además, es bien grande. Creo que es la jaula más grande que he visto en mi vida.
Baltazar empezó a afeitarse.
---¿Crees que me darán los cincuenta pesos?
---Eso no es nada para don Chepe Montiel, y la jaula los vale---dijo Ursula. ---Debías pedir sesenta.
La casa yacía en una penumbra sofocante. Era la primera semana de abril y el calor parecía menos soportable por el pito de las chicharras. Cuando acabó de vestirse, Baltazar abrió la puerta del patio para refrescar la casa y un grupo de niños entró en el comedor. La noticia se había extendido. El doctor Octavio Giraldo, un médico viejo, contento de la vida pero cansado de la profesión, pensaba en la jaula de Baltazar mientras almorzaba con su esposa inválida. En la terraza interior donde ponían la mesa en los días de calor, había muchas macetas con flores y dos jaulas con canarios. A su esposa le gustaban los pájaros, y le gustaban tanto que odiaba a los gatos porque eran capaces de comérselos. Pensando en ella, el doctor Giraldo fue esa tarde a visitar a un enfermo y al regreso pasó por la casa de Baltazar a conocer la jaula. Había mucha gente en el comedor. Puesta en exhibición sobre la mesa, la enorme cúpula de alambre con tres pisos interiores, con pasadizos y compartimientos especiales para comer y dormir, y trapecios en el espacio reservado al recreo de los pájaros, parecía el modelo reducido de una gigantesca fábrica de hielo. El médico la examinó cuidadosamente, sin tocarla, pensando que en efecto aquella jaula era superior a su propio prestigio, y mucho más bella de lo que había soñado jamás para su mujer.
---Esto es una aventura de la imaginación--- dijo.
Buscó a Baltazar en el grupo y agregó, fijos en él sus ojos maternales: ---Hubieras sido un extraordinario arquitecto.
Baltazar se ruborizó.
---Gracias--- dijo.
---Es verdad--- dijo el médico.
Tenía una gordura lisa y tierna como la de una mujer que fue hermosa en su juventud, y unas manos delicadas. Su voz parecía la de un cura hablando en latín.
---Ni siquiera será necesario ponerle pájaros--- dijo, haciendo girar la jaula frente a los ojos del público como si la estuviera vendiendo. ---Bastará con colgarla entre los árboles para que cante sola---.
Volvió a ponerla en la mesa, pensó un momento mirando la jaula y dijo: ---Bueno, pues me la llevo.
---Está vendida--- dijo Ursula.
---Es del hijo de don Chepe Montiel--- dijo Baltazar. ---La mandó a hacer expresamente.
El médico asumió una actitud respetable. ---¿Te dio el modelo?
---No--- dijo Baltazar. ---Dijo que quería una jaula grande como ésa, para una pareja de turpiales.
El médico miró la jaula. ---Pero ésta no es para turpiales.
---Claro que sí, doctor--- dijo Baltazar, acercándose a la mesa.
Los niños lo rodearon.
---Las medidas están bien calculadas--- dijo, señalando con el índice los diferentes compartimientos.
Luego golpeó la cúpula con los nudillos, y la jaula se llenó de acordes profundos. ---Es el alambre más resistente que se puede encontrar y cada juntura está soldada por dentro y por fuera--- dijo.
---Sirve hasta para un loro--- intervino uno de los niños.
---Así es--- dijo Baltazar.
El médico movió la cabeza. ---Bueno pero no te dio el modelo--- dijo. ---No te hizo ningún encargo preciso aparte de que fuera una jaula grande para turpiales. ¿No es así?---
---Así es--- dijo Baltazar.
---Entonces no hay problema--- dijo el médico. ---Una cosa es una jaula grande para turpiales y otra cosa es esta jaula. No hay pruebas de que sea ésta la que te mandaron hacer.
---Es esta misma--- dijo Baltazar, ofuscado. ---Por eso la hice.
El médico hizo un gesto de impaciencia.
---Podrías hacer otra--- dijo Ursula, mirando a su marido. Y después, hacía el médico: ---Usted no tiene apuro.
---Se la prometí a mi mujer esta tarde--- dijo el médico.
---Lo siento mucho, doctor--- dijo Baltazar, ---pero no se puede vender una cosa que ya está vendida.
El médico se encogió de hombros. Secándose el sudor del cuello con un pañuelo, contempló la jaula en silencio, sin mover la mirada de un mismo punto indefinido, como se mira un barco que se va. ---¿Cuánto te dieron por ella?
Baltazar buscó a Ursula sin responder.
---Sesenta pesos--- dijo ella.
El médico siguió mirando la jaula. ---Es muy bonita--- suspiró. ---Sumamente bonita---. Luego, moviéndose hacia la puerta, empezó a abanicarse con energía, sonriente, y el recuerdo de aquel episodio desapareció para siempre de su memoria. ---Montiel es muy rico--- dijo.
En verdad, José Montiel no era tan rico como parecía, pero había sido capaz de todo para llegar a serlo. A pocas cuadras de allí, en una casa atiborrada de arneses donde nunca se había sentido un olor que no se pudiera vender, permanecía indiferente a la novedad de la jaula. Su esposa, torturada por la obsesión de la muerte, cerró puertas y ventanas después del almuerzo y yació dos horas con los ojos abiertos en la penumbra del cuarto, mientras José Montiel hacía la siesta. Así la sorprendió un alboroto de muchas voces. Entonces abrió la puerta de la sala y vio un tumulto frente a la casa, y a Baltazar con la jaula en medio del tumulto, vestido de blanco y acabado de afeitar, con esa expresión de decoroso candor con que los pobres llegan a la casa de los ricos.
---Qué cosa tan maravillosa--- exclamó la esposa de José Montiel, con una expresión radiante, conduciendo a Baltazar hacia el interior. ---No había visto nada igual en mi vida--- dijo y agregó indignada con la multitud que se agolpaba en la puerta: ---pero llévesela para adentro que nos van a convertir la sala en una gallera.
Baltazar no era un extraño en la casa de José Montiel. En distintas ocasiones, por su eficacia y buen cumplimiento, había sido llamado para hacer trabajos de carpintería menor. Pero nunca se sintió bien entre los ricos. Solía pensar en ellos, en sus mujeres feas y conflictivas, en sus tremendas operaciones quirúrgicas, y experimentaba siempre un sentimiento de piedad. Cuando entraba en sus casas no podía moverse sin arrastrar los pies.
---¿Está Pepe?--- preguntó. Había puesto la jaula en la mesa del comedor.
---Está en la escuela--- dijo la mujer de José Montiel. ---Pero ya no debe demorar. Y agregó: ---Montiel se está bañando.
En realidad José Montiel no había tenido tiempo de bañarse. Se estaba dando una urgente fricción de alcohol alcanforado para salir a ver lo que pasaba. Era un hombre tan prevenido que dormía sin ventilador eléctrico para vigilar durante el sueño los rumores de la casa.
---Adelaida--- gritó. ---¿Qué es lo que pasa?
---Ven a ver qué cosa maravillosa--- gritó su mujer.
José Montiel, corpulento y peludo, la toalla colgada en la nuca, se asomó por la ventana del dormitorio.
---¿Qué es eso?
---La jaula de Pepe--- dijo Baltazar.
La mujer lo miró perpleja. ---¿De quién?
---De Pepe--- confirmó Baltazar. Y después dirigiéndose a José Montiel: ---Pepe me la mandó a hacer. Nada ocurrió en aquel instante, pero Baltazar se sintió como si le hubieran abierto la puerta del baño. José Montiel salió en calzoncillos del dormitorio.
---Pepe--- gritó.
---No ha llegado--- murmuró su esposa, inmóvil. Pepe apareció en el vano de la puerta. Tenía unos doce años y las mismas pestañas rizadas y el quieto patetismo de su madre.
---Ven acá--- le dijo José Montiel. ---¿Tú mandaste a hacer esto?
El niño bajó la cabeza. Agarrándolo por el cabello, José Montiel lo obligó a mirarlo a los ojos.
---Contesta.
El niño mordió los labios sin responder.
---Montiel--- susurró la esposa.
José Montiel soltó al niño y se volvió hacia Baltazar con una expresión exaltada.
---Lo siento mucho, Baltazar--- dijo. ---Pero has debido consultarlo conmigo antes de proceder. Sólo a ti se te ocurre contratar con un menor.---
A medida que hablaba, su rostro fue recobrando la serenidad. Levantó la jaula sin mirarla y se la dio a Baltazar.
---Llévatela en seguida y trata de vendérsela a quien puedas--- dijo. ---Sobre todo, te ruego que no me discutas.--- Le dio una palmadita en la espalda, y explicó: ---El médico me ha prohibido coger rabia.
El niño había permanecido inmóvil, sin parpadear, hasta que Baltazar lo miró perplejo con la jaula en la mano. Entonces emitió un sonido gutural, como el ronquido de un perro, y se lanzó al suelo dando gritos. José Montiel lo miraba impasible, mientras la madre trataba de apaciguarlo.
---No lo levantes--- dijo. ---Déjalo que se rompa la cabeza contra el suelo y después le echas sal y limón para que rabie con gusto.
El niño chillaba sin lágrimas, mientras su madre lo sostenía por las muñecas.
---Déjalo--- insistió José Montiel.
Baltazar observó al niño como hubiera observado la agonía de un animal contagioso. Eran casi las cuatro. A esa hora, en su casa, Ursula cantaba una canción muy antigua mientras cortaba rebanadas de cebolla.
---Pepe--- dijo Baltazar.
Se acercó al niño, sonriendo, y le tendió la jaula. El niño se incorporó de un salto, abrazó la jaula, que era casi tan grande como él, y se quedó mirando a Baltazar a través del tejido metálico, sin saber que decir. No había derramado una lágrima.
---Baltazar--- dijo Montiel, suavemente. ---Ya te dije que te la lleves.
---Devuélvela--- ordenó la mujer al niño.
---Quédate con ella--- dijo Baltazar.
Y luego, a José Montiel:
---Al fin y al cabo, para eso la hice.
José Montiel lo persiguió hasta la sala.
---No seas tonto, Baltazar--- decía, cerrándole el paso. ---Llévate tu trasto para la casa y no hagas más tonterías. No pienso pagarte ni un centavo.
---No importa--- dijo Baltazar. ---La hice expresamente para regalársela a Pepe. No pensaba cobrar nada. Cuando Baltazar se abrió paso a través de los curiosos que bloqueaban la puerta, José Montiel daba gritos en el centro de la sala. Estaba muy pálido y sus ojos empezaban a enrojecer.
---Estúpido--- gritaba. ---Llévate tu cacharro.
Lo último que faltaba es que un cualquiera venga a dar órdenes en mi casa. ¡Carajo! En el salón de billar recibieron a Baltazar con una ovación. Hasta ese momento, pensaba que había hecho una jaula mejor que las otras, que había tenido que regalársela al hijo de José Montiel para que no siguiera llorando, y que ninguna de esas cosas tenía nada de particular. Pero luego se dio cuenta de que todo eso tenía una cierta importancia para muchas personas, y se sintió un poco excitado.
---De manera que te dieron cincuenta pesos por la jaula.
---Sesenta--- dijo Baltazar.
Hay que hacer una raya en el cielo--- dijo algien.
---Eres el único que ha logrado sacarle ese montón de plata a don Chepe Montiel. Esto hay que celebrarlo. Le ofrecieron una cerveza y Baltazar correspondió con una tanda para todos. Como era la primera vez que bebía, al anochecer estaba completamente borracho y hablaba de un fabuloso proyecto de mil jaulas de a sesenta pesos, y después de un millón de jaulas hasta completar sesenta millones de pesos.
---Hay que hacer muchas cosas para vendérselas a los ricos antes que se mueran--- decía, ciego de borrachera.
---Todos están enfermos y se van a morir. Cómo estarán de jodidos que ya ni siquiera pueden coger bien. Durante dos horas el tocadiscos automático estuvo por su cuenta tocando sin parar. Todos brindaron por la salud de Baltazar, por su suerte y su fortuna, y por la muerte de los ricos, pero a la hora de la comida lo dejaron solo en el salón. Ursula lo había esperado hasta las ocho con un plato de carne frita cubierto de rebanadas de cebolla. Alguien le dijo que su marido estaba en el salón de billar, loco de felicidad, brindando cerveza a todo el mundo, pero no lo creyó porque Baltazar no se había emborrachado jamás. Cuando se acostó, casi a la medianoche, Baltazar estaba en un salón iluminado donde había mesitas de cuatro puestos con sillas alrededor y una pista de baile al aire libre por donde se paseaban los alcaravanes. Tenía la cara embadurnada de colorete y como no podía dar un paso más pensaba que quería acostarse con dos mujeres en la misma cama. Había gastado tanto que tuvo que dejar el reloj como garantía, con el compromiso de pagar al día siguiente. Un momento después, despatarrado por la calle, se dio cuenta de que le estaban quitando los zapatos, pero no quiso abandonar el sueño más feliz de su vida. Las mujeres que pasaron para la misa de cinco no se atrevieron a mirarlo, creyendo que estaba muerto.
Después de leer:
Verdadero o falso

1. Baltazar tenía un contrato firmado para hacer una jaula.
2. El médico le quiere comprar la jaula
3. Baltazar no puede vendérsela porque la tiene ya vendida
4. Don Chepe Montiel le paga 60 pesos por la jaula
5. Baltazar invita a sus amigos con el dinero que le paga Montiel
6. Baltazar se hace rico construyendo jaulas
7. Ursula, su esposa, lo espera despierta toda la noche
8. Baltazar regresa a su casa de madrugada
9. La gente lo felicita por haber hecho una jaula magnífica.
Responde:
a. En este cuento, tiempo y espacio son dos elementos que marcan la intensidad del relato. Las acciones se suceden en un tiempo continuamente registrado por la voz narrativa. ¿Cuánto tiempo transcurre entre el comienzo del cuento y su final? ¿Por qué es importante tener esto en cuenta? ¿Que nos dice su autor?
b. ¿Cuál crees que es la intención de García Márquez con este cuento? ¿Qué nos quiere transmitir?

5 comentarios:

  1. 1F 2V 3V 4F 5F 6F 7F 8F 9V

    Solamente aproximadamente 12 horas transcurren entre el comienzo del cuento y su final. Es importante porque el autor nos muestra que el destino de un hombre puede cambiar en menos de un día y que cosas aparentemente tan simple como una jaula pueden desencadenar cambios extremas.

    Pienso que con este cuento García Márquez alienta al lector a darse cuenta de la fragilidad de la vida y de la situación personal y financiera de cada persona. Me parece también muy pesimista porque algo bueno como la fabricación de una jaula impresionante puede transformarse en una pesadilla y provocar consecuencias nefastas e imprevistas. Pienso también que la decisión de hablar de una jaula no es por azar y tiene también un sentido. Pero no estoy segura de la imaginen que García Márquez trata de conjurar.

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  2. 1. falso
    2. verdad
    3. verdad...o así cree
    4. falso
    5. falso
    6. falso
    7. falso
    8. falso
    9. falso

    El cuento sucede en menos de un día totalmente, de la mañana de un día hasta la madrugada del próximo día. Parece que es importante tener esto en cuenta porque el autor nos dice que la situación de una persona puede cambiar drásticamente dentro de un tiempo bastante corto. Al principio del cuento, el futuro inmediato de Balazar parece prometedor. Es trabajador, y ya tiene una aula impresionante que puede vender por un buen precio. Pero al fin del cuento, se ha recibido nada para la jaula, la cual ha dado gratis al niño de don Chepe Montiel. Aun peor, tiene deudas que tiene pagar al salón por todas las bebidas que compró en celebración (aparentemente no quería admitir a la gente que no lo vendió). La imágen última del cuento es de Balazar despatarrado en la calle, sus zapatos robados, apareciendo como un muerto. Su situación claramente ha cambiado para lo peor.

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  3. 1. F
    2. V
    3. F
    4. F
    5. F
    6. F
    7. F
    8. F
    9. F

    Desde el empiezo hasta al final del cuento se transcurren más o menos 12 horas o un medio día. Esa corta periodo de tiempo nos muestra cómo una decision puede cambiar la vida y como los acontecimientos de la vida puden tener consecuencias.

    Yo creo que el autor usó la jauga como una imagen, una metáfora de la disgracia de los ricos. La jauga está grande porque están descgraciados. Él construyó grande para contenir las disgracias de los ricos. A pesar de su situación financiera, los ricos no están felices.

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    Parece que este cuento se desarrolla, entre el comienzo y el final, en un medio día aproximadamente. El narrador quiso que las acciones se sucedan rápidamente entre el sueño y la realidad para demostrar que los deseos de una persona ambiciosa, tan aclamada, puedan desaparecer en poco tiempo, y que su vida cambie radicalmente en corto momento. Para mí este sería el equivalente de las “Ironías del destino”. Al principio, Baltasar se dedicó a su trabajo con energía y asiduidad durante quince días, olvidando de afeitarse y descuidando el trabajo de la carpintería, esperando ganar así mucho dinero. Por desgracia, en el final, se ha recibido nada y la jaula de sus sueños fue dado al niño de don Chepe Montiel, el hombre rico que debería comprarla a buen precio, gratuitamente.
    García Márquez cuenta esta historia con la intención de denunciar a la maldad de las personas que tienen el poder de arruinar uno éxito impresionante y transformar un sueno en una pesadilla temible. Lo que Baltazar ha experimentado con la decepción no es fácil y tal vez lo haría receloso y reticente en el futuro. Creo que Márquez da una imagen de la diferencia de enfoque en respeto a la misma situación y incita indirectamente la persona que hace propuestas a prepararse antes de afrontarla.

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